Das Labyrinth (Más de un segundo en mi mente).

Enmarañándome en fibras pestilentes como lo son la mugre de lo ajeno,
acurrucado al pie del altar de mi nombre implorándome el perdón
mientras él (ese que soy cuando poseo trono) me mira.
Y me cuestiono cuando, con miedo, me respondo de las cosas a las que comprendo poco.
Y poca cosa han sido mis palabras en esta era de inútil preocupación.
He perdido la verdad, y, a medias, solo queda la farsa que le he exprimido a esta vida
que tan poco tiempo yo la he visto desnuda...
a esta vida, a la venidera muerte, que tan sincera suena al chillar.
Porque chilla, y se retuerce, y se endereza, y se provoca dolor
con sus tiernos flagelos de carne viva, que viven, y saben hablar.
Pero aun más que al doler, sonríen pensando que son dolor y no adolorido.
Y poseo corazón, aunque les pese, a la altura del pecho, dentro de este.
Y palpita como algunos, a veces, sabe palpitar,
dudaba de quererlo ya que él quería que dudara
y he aprendido a ignorarlo a veces, cuando por demás habla,
he aprendido a callarme, aunque aún no a callarlo.
Soy de esos que lo son todo para solo uno,
y nada para el infinito.
Soy de esos que callan cuando le piden consejo,
y hablan cuando requieren mutismo.
y soy de esos que nunca aprenden a querer
pero enseñan a aprenderlo...

Y han aprendido a ser dolor, y no adolorido.

Seconde Vérité

En mi pecho el mal prepara un nido
para cobijar sus pichones y alimentarlos de carroña
¿Pero qué puede sobrevivir en tal gélido lugar?
El amor en mi ha muerto a su causa
ha muerto a su frío... Hipotermia del alma.
Desértico y vasto infierno,
páramo sin flora y de grotesca fauna
bestias acurrucadas esperando veranos
de imposible existencia, inventan sueños
para desplazar pesadillas.

Sobre partidas.

Me voy esta vez,
les dejo mis memorias y minorías
les dejo mis maletas y sortilegios
y en una caja vieja, un alma en llantos.
Hoy me voy en libramientos
llevando noche en la izquierda,
vaciando con la derecha
los bolsillos al camino.
Me iré hacia sueños cardinales
vagando en sentidos hacia el sol
tras su sombra,
tras la penumbra soleada.
Me llevo dolores, regresaré con olvidos,
me hundiré en los años por venir,
me refrescaré en el tiempo que transcurra,
sin sequías, solo invierno y sanidad.
Y no llorarán por el que se aleja
porque ya estará al final del camino,
Solo el día dirá, si volverá la noche
y en esta, el que con ella se ha ido.

VIII

Y si el mundo me perdiera en cuanto libre un parpadeo
Y si el día me olvidara junto a sus negros soles
Y si el sueño se ocultara tras vasijas de temores
Y si el tiempo tropezara con las piedras que le impongo
Y si el dolor fuera aun más que un triste ocaso
Y si el orgullo me mordiera al cuello sin permisos
Y si el perdón se ausentara por un tiempo
Y si el amor fuera cursilería barata
Y si el fuego se extinguiera con voluntad simple
Y si el árbol inmóvil viajara junto al viento
Y si el temporal arrancara de raíz mi mente
Y si el corazón no extrañara sus maltratadas cicatrices
Y si el minuto perdido no recordara en las noches
Y si el fantasma no susurrara al oído
Y si el ropaje de mi cama me envolviera útil
Y si el momento este fuera otro
Y si el futuro realmente existiera
Y si el pasado no
Y si el ambiguo desenlace no torturara en mis caminos
Y si el pedir por paz tuviera voces
Y si el oído ajeno no estuviera sucio
Y si el desprecio fuera más que mi personal venganza
Y si el infierno no fuera ficción en un libro negro
Y si el jardín conservara intactas sus rosas

Y si el aroma dulce de la esperanza que en este momento he perdido
volviera a adornar mi entorno con su perfume envidiable
de sonrisas juveniles y pasionales lágrimas

Y si el poema fuera de algún otro alegre poeta...
¿Quién sería Yo entonces?

Beso tu ausencia

¿Que eres, sino un recuerdo intermitente?
Fuiste antes floreciente juventud
Amada mía, si me permites decirlo,
¿Porque te fuiste sin yo saberlo?

…bella doncella de fábula fatal.

Fue, tal vez, mi mente en obras que olvidó
la dulzura primeriza, sobria e inmadura
Chispa fugaz de un retoño mutilado,
Languideció tu aroma, y no aprendí a amar

…mi rosa primera, de pétalos muertos.

Años, y nunca mi pluma narró tu recuerdo
En cambio, hoy, te cedo mi tinta escasa
Despabilaste mis invernantes letras
Eres mi musa, mi moción, mi enigma.

…ven conmigo a danzar en papel.

Mas no hay vida en ti, nada de eso queda
Destellos de memoria eres en mi mente
Existes, parpadeante, en mi pensar, pero hoy
niña mía, nombre ajeno, hoy no has muerto.

…beso tu ausencia, tu bésame el recuerdo.

(en memoria de "N.")


NdA: De un recuerdo oculto en mi mente, un recuerdo de juventud temprana, un dolor impropio durante años que recientemente comencé a hacer mio, menesteres de la mente y sus mecanismos de defensa tal vez. Este poema es una merecida dedicatoria a quien fue "mi rosa primera", a quien perdí a causa esas injusticias de la vida: corta edad, final abrupto. Nada mas.


Amanda.

Regresándome el alma a este frío mundo he vuelto, frío que en realidades y en bellezas pocas se enajena de las tierras de Morfeo y su reconciliadora magia. Pero he vuelto ya de esas tierras sin mi cansancio a cuestas. En mi sillón, el que conmigo comparte las otoñales siestas, he despertado dormitando un jocundo y demencial sueño, o talvez un ayer difuso cual trasparencia en la memoria. “Dios sabrá cual de ambos fue cierto.
Ya en mi mediana conciencia, soy solo, y lo admito, un no-muerto deambulando en el living en busca de un nada que se esconde en sus juegos, pero no me divierten sus gracias, solo sigo buscando un quehacer vespertino para justificar mi no requerida vigilia.
Y mientras tanto, en esta fría tierra se extiende la penumbra velozmente, tanto en la tierra y como en el cielo, de tal manera que el sol nada puede hacer cuando lo ahogan las tumultuosas nubes, y tanto aun las sombras ya abrazan las sierras, y yo que nada puedo hacer para devolverles el color que se les ha robado. Me invade entonces la angustia. Pero recuerdo que soy mortal y que poco poder contengo, me resigno como debo a mi humanidad, y a su suerte las abandono.

Cuatro velas me bastan esta noche, cuatro ligeras llamas parpadeando me bastan para esperar la llegada del arenero y su descortés impuntualidad. Y aunque en esta hora cual hábito, se le puede ver al sol caer tras las sierras, ni lo primero ni lo segundo se vislumbran en la ceguera que se esparce. Ni lo primero cae, ni lo segundo cobija la caída. Pero las nubes conmueven con su luto, y ahora con su llanto de agua dulce, pero es como uno vergonzoso y de pocas lágrimas, como el de un arrepentido que esconde el pecado.
Esa garúa se cuela por el mosquitero de mi puerta, y una brisa adentra chispeando brillos cual trabajo de alquimista o como hechizo de brujas, en un efecto que hipnotiza mi fantástico ensueño y que, muy ciertamente, hubiera fascinado a mi amada impresente.
Poco duró su llanto, pues ya lo dije, fue como el de un arrepentido, que dura solo el tiempo que toma un recuerdo en arribar e irse. Ahora solo el frío se ha estancado, y como la lluvia ya no canta en las tejas, mi mente vuelve a la habitación y con ella ese gélido sentir que entumece mis dedos.
Al no bastar mi aliento, y en un pensamiento falto de meritos, me dejo llevar, arrastrar con una sumisión orgullosa hacia el sótano de la casa, donde recuerdo haber abandonado en antiguos inviernos, a manera preventiva, algunos maderos salvadores con que alimentar la estufa y así acurrucarme apáticamente frente a ella.

Y en ese mismo sótano al cual bajé a buscar los leños dichosos, como almacén de un viejo olvido, existen, aunque solo allí, mis pinturas de artista joven. “¡OH memorias! ¡Cómo las he abandonado, con que simpleza me he apartado y sucumbido a un placer que no es el suyo!. Nada puedo, mas que perdón pedirles.
Todas vivas se encuentran, aunque en un sueño de polvo inmersas por mi indiferencia de años. “Pronto, hijas mías, tendrán su altar, cada una. He vuelto, y conmigo aquel corazón que antes se distrajo entre lujurias.
Allí estaban, mi madre en su encuadre dorado con su sonrisa de marfil blanco, mi casa del viejo barrio, mi lecho humilde casi invisible en mi mente, mi padre con su recio semblante militar y su ostentoso uniforme en galardones opulento. Allí estaban los instantes que juré nunca olvidar. “Que perfidia la mía.
Y también aun permanece varada en un rincón, de cara a la pared mohosa, sobre el caballete que es ahora dominio de arañas y sus telas, una imagen a medias formas y de incompleta hermosura. Mi amada impresente, retratada en sus años de jóvenes luces y amores vírgenes, mi diosa, mi musa impecable... Amanda.

Dejando atrás el sótano, y luego de los peldaños crujientes que me abandonan en el pasillo, ahí en una de sus paredes aparece mi rostro. Simple reflejo de un espejo oblongo que solitario yace, solitario y en mala postura sobre el color desgastado que se escama y se astilla. “Que estúpida expresión hermano mío, ¿por qué esa sonrisa enfermiza?”.
Solo sigo mi camino a la sala.

El fuego aviva el calor y se regocija mi cuerpo ante la tibieza que ahora posee, pienso entonces que a todo malestar le existe remedio o muerte. Nada es eterno si así se le quiere. “La vida es un camino sinuoso, cuando una piedra impide el paso puedes esquivarla, o arrojarla lejos para que nunca mas entorpezca tus tiempos.”
Suelo hablarle al cigarro como si de un amigo tratase: ofrece su calma al instante en que los nervios moran, mientras que en uno de tantos futuros carcome tu ser y provoca sus males. Aunque suele ser más fiel que los verdaderos. “Como es el amor mi amigo, como es de doloroso, y como somos nosotros de masoquistas que a ese dolor deseamos mas que a nada.”

Pero otro rostro me observa y escucha mis delirios. Esa es Bella, “Que nombre impropio para un ser que no sabe siquiera posee uno, nombre injustificado para un can de escasa utilidad que esconde en su “belleza inocente” una basta fealdad.” La mascota de mi amada impresente.
Pero hoy no como antes me observa, porque hoy no me mira, sino que sus ojos desencajados han permanecido inmóviles por horas esperando que una de las parcas regrese a colectar su alma. Y aseguro que, más allá de su grotesca presentación, alguien vendrá por ella, mas allá de la sangre que tiñe su blanco pelaje, alguien será misericordioso, mas allá de sus entrañas esparcidas en la alfombra, algún dios le dará su mano. Yo no puedo más que aguardar con ella. Lo ocurrido fue tan solo un accidente. Victima indiscutible de un tiempo y un lugar que han conspirado morbosamente hacia un cruel aunque inevitable desenlace.
Solo agradezco a alguno de los tantos dioses, el que mi amada duerma su paz imperturbada lejos del fétido aroma de esta habitación. Ya que su niñez eterna no conciliaría el sueño luego de tan sórdida escena.

Una de las cuatro velas ha muerto, y libro un bostezo cual fúnebre canto o respetuosa plegaria. Y es talvez una señal, cuando las tres que aun viven oscilan como agonizando, solo resistiendo mientras que con sus últimos alientos juegan con mi sombra y la pared. Y he decidido apiadarme de ellas, dándole descanso temprano. La segunda, la tercera y la cuarta restante he alentado a morir con tan solo un respiro. “Y como es de simple arrancar una vida, o darle muerte a algo que nunca la tuvo”.
El ambiente se torna depresivo al instante en que mis palabras se evaporan, no sin antes mecerse entre sus ecos cerrados y secos, pero no debe mi humor caer al abismo esta noche, pues me están esperando, bajo las sabanas de mi cama.

El camino al dormitorio se hace lento y tambaleante, penumbroso al mismo tiempo pues le es inherente a la noche, así como la ceguera al sueño. Se abre la puerta tan silenciosa como de costumbre, cómplice de mis intenciones no queriendo perturbarle el descanso a quien entre mantos me espera.
Su silueta besa delicadamente las sombras y las luces tenues, logrando que mi alma le cele a ese romance que mantienen con descaro. Y al recostarme a su lado en un ritual cuidadoso, su cuerpo aun permanece inmóvil, inmutable. Pero deseo tanto que observe mi regocijo que entonces, y solo bajo esa excusa, volteo su rostro hacia mí en una caricia de palma.
Sus ojos aun están abiertos en un azul inerte, sin criticarle a su muerte como única compañera, callada luego de una noche agitada y poco silenciosa como lo fue la anterior. Sus lazos dorados acarician la almohada de seda, siendo aun más delicados que la tela en que se amoldan. “Era tan sencillo... solo debiste amarme, pero mírate ahora...” Ella no puede mas que escucharme esta noche, hemos llegado a un acuerdo y a una reconciliación. “¿De quien es la culpa?...dime. Yo nunca quise alejarte, tu me quisiste lejos, y ahora ya no estas...” Ella no puede contestarme esta noche, no puede cerrar los ojos e ignorarme como antes, hemos llegado a un acuerdo. “...es tu culpa.

Besé sus gélidos labios y acaricié el collar rojo que formaban las marcas de mis manos en su blanco cuello. La recosté hacia mí y coloqué su cabeza en mi pecho, y mientras mis pulmones se llenaban del aroma de su pelo, el sueño acudía. “Dulces sueños Amanda, mi amada impresente.
Y sin más, un último bostezo, pagando el boleto de regreso a mis fantásticas tierras.


Mascarada

Por fuera.

La soledad camina de cabeza gacha, y la acompaño
por no sentirse ella, solo por ella y por eso lo hago
el dulce aroma de una ciudad creciente se arropa
en mis saciados pulmones, y danza con mi aliento corto.
degustando la lluvia en mi afable postura
hasta que cae la noche y le desfilo habido de sueños
con un triunfante semblante, agraciado al pleno etéreo,
mi ser entero, mi eterno espíritu al ras del cielo...
por siempre en vida, a toda luz... siempre.


Por dentro.

¡Lo sé!, soy solo yo, lo sé de sobra, que estoy yo solo
con los murmullos y el viento y mi encorvada espalda
y el hedor y el humo de esta ciudad ruinosa que penetran
por mis fosas tupidas, repulsivamente, rasqueteando.
Solo yo y esas cosas, pero prefiero mentir si nadie mira
porque si nadie oye, no es mentira, si nadie ve, no estaré solo.
y si llueve, puedo llorar, pues no verán mis lágrimas
y si la noche ha caído, puedo fruncir los ojos, y nadie sabrá
que este mal me punza el pecho de dentro a fuera... jamás.


Mente y Corazón II

(la discusión antes del siguiente paso)


-¿Qué pasa hoy contigo que ya no presumes como antes el amor que por aquella flor sentías?... ¿Qué pasa en tus ojos de ahora que se humedecen con su recuerdo?...

-Pareciera que no estuvieras aquí para preguntar eso... me es cruel tu sarcasmo.

-Pues perdone si lo lastiman mis verdades joven marchito, pero recuerda que también soy conciencia y le piso los talones a tu latir ya sin fuerzas.

-Ella se ha ido... miento, me ha alejado ya que en su mundo, dice, no logro dar pie...

-Y la razón es suya, en cierto modo, porque su tierra no lograría soportarnos el peso... sabes que somos mucho más que su capricho... debes saberlo.

-Pero sin ella no somos más que aire sin forma y sin merced...

-¡Somos viento que ruge y se estremece!... ya no llores su abandono... festéjale a tus cadenas rotas...

-...

-Ya no somos su tierno juguete ni su causa de gracia... somos, de nuevo, lo que antes fuimos, una llama ardiendo e incinerando con el simple toque a todo y a todos... lo somos y lo sabes... lo sientes... ¿Dime si no es cierto?...

-No logro entender lo que somos ahora... no logro entender lo que quise ser antes...

-Y es porque sientes que “puedes ser” solo con ella...

-Solamente con ella, es cierto...

-Pero antes de ella fuimos más gloriosos, más que cualquier divinidad del Olimpo...

-Pero con ella fuimos más agraciados...

-Tanto como al que le despojan sus abrigos en las blancas nieves polares... ¡Despierta estúpido!... ella no fue gracia o luz divina... ¿Pero tú qué sabes?, eres ciego.

-Y tú que las has visto dime... ¿Cuál es su defecto?...

-Su belleza...

-¿Para quién la hermosura es razón de castigo?

-Para el que sufre la vanidad de un ser hermoso...

-...

-Entiende que debemos continuar...

-¿Cómo continuar?...

-Como antes... a nuestra mejor manera...

-¿En soledad?...

-Como siempre debió ser.


El Querubín ha muerto

Se perfila el epitafio en mi corazón y en tu lápida
han muerto, me dices, ya las rosas y su aroma,
¿Cómo creerte amor, cómo creerte si no quiero?
¿Cómo dejar languidecer el aliento que es tu nombre?

Ya no importa, ya no escuches, ya no sientas lastima
si el ocaso me envuelve con su fúnebre tela
no es tu culpa, no es la obra de tus pinceles rubios.
Soy yo amor, quien esta marcha no comprende.

Dejaré unas flores y lloraré a este frío muerto
sin una caricia cual epílogo de este hermoso cuento
porque el ataúd se ha cerrado, y has de volver a casa.
Este amor fue un buen amigo, creo voy a extrañarlo.

Piel ceniza

Acércate piel ceniza,
ya que no alcanzo tu roce.
Sé,
que al levantar mis capas, solo ves espinas,
pero entre ellas,
si bien miras,
la piel ofrece calor.
Y si la oscuridad te asustase
solo abre los ojos
posando pie más adentro
para que tu luz ilumine,
cruza los valles muertos
y si las bestias te hablasen
solo diles tu nombre
y se hincaran en el polvo.


El Desánimo

Este Juego ya no divierte, ya más no entretiene esta evidente travesura, pues sé de sobra, que ese es siempre el conflicto, saber para comprender por el placer de descifrar sin la duda del que adivina ni el goce del que arriesga, sin el error como posible respuesta ni las dos caras que la vacilación ofrece, sin el temor que engendra pender de dos endebles hilos en vez de una sencilla y fornida amarra, una seguridad que ya ni complace, solo se sostiene y se soporta y se acumula y se incrementa y se piensa en algo mas allá de la evidencia como único e ineludible recurso. Convicción que tiende al disgusto y a la avidez por lo anómalo, por lo infrecuente, por lo incongruente, por la salida trasera e ilusoria de toda deducción fáctica e irreversible, por la curva innecesaria aunque ansiada de lo exótico, por el respiro profundo de lo esotérico, por un segundo salvador de innaturalidad e ilógica realidad. Se hace casi inevitable el destiempo del conocimiento, cual si fuera un manjar que, aunque insustancial, atrae al glotón con su dulce aroma, como una droga que ofrece un pequeño escape a la naturalidad, a la existencia carnal y escueta que nos encarcela con cada concepto inalterable que la ciencia contra su propio agrado ha generado. La renuncia a toda fantasía inútil e infantil, la resignación involuntaria a perder lo que la imaginación nos mostraba como cierto; las cosas que hoy sabemos no van más allá de lo material.
Lo presente incomoda y lo pasado sienta mal, lo futuro no se aguarda pues no es algo que aun exista, aunque la paciencia de tiempo y acción oscila y se estanca por siempre en una cíclica corriente.
El tiempo con su compleja simplicidad es un aliado traicionero, que nada hace mas que observar nuestra impotencia, vamos de su mano a veces sin seguirle el paso por decisión o por incapacidad, tropezando mientras nos arrastra más allá sin dejarnos incorporarnos al camino. Una relación vacía e incomunicada, confinada a la eternidad, a una perpetuidad ficticia que solo dura lo que una vida toma en sembrarse, prosperar y perecer.

El desanimo que me embarga es pasajero, lo sé, consecuencia del desgaste físico, de la lasitud a la que me he prestado durante tantas veladas de insomnio, y así como ha venido esta noche, seguro mañana desaparecerá con la misma sutileza, abogando por una nueva oportunidad ya dentro de mi inexistente espíritu, de mi hipotética alma. Pero hoy a tenido su provisional trono, solo por esta noche, solo por estas frases, nada más, en las que pudo derribar cada pilar ideológico que sostenía mi mente, pero claro, es tan solo una ilusión, mañana observaré con regodeo y presunción como ningún detrimento se ha logrado, como cada bloque se encuentra en su pertinente sitio, sosteniéndome, como desde hace tanto tiempo, y como continuarán haciéndolo muy seguramente en cada futuro que me espera.

Sabanas Negras.

Mírame pequeña, mientras desvistes tus ansias
y recuéstate entonces en las sabanas negras.
lúgubre es mi fantasía de tenerte en la noche
húmedo es mi deseo de acorralarte en la lluvia

Y veo en tus ojos el mismo fuego que incinera mi alma
y siento en tus labios el sabor de la sangre tibia
es este el momento pequeña, tu cuerpo y el mío
tu soledad y las mías, derritiéndose en una habitación.

Sé que no le temes a mis manos, ni a sus recorridos
sabes que no le temo a tus llamas parpadeantes.
No existe corazón que pese ni tormentosas almas
somos extraños que deciden a quien entregar momentos

Quemándonos en un oleaje de lujuriosos sueños
perversiones tan solo, son solo pecados nuestros.
y al cerrar los ojos, mientras el cuerpo descansa
entre el sabor del sexo, partiremos a casa

Tú por tu lado, Yo por el mío
como siempre ha sido pequeña, lejanos
en una ciudad extraña de trivialidades y enojos
escapando del humo de la muchedumbre.

Humano .

¿Qué fue de aquel, Ay de aquel pobre niño?
su oronda sonrisa rosada ayer se fue de paseo,
en camino inverso tras sus talones de antaño
eso fue ayer, y aun no regresa
ni los juegos sin reglas, ni las rodillas verdes
ni las tardes de barrio, ni el vecino de enfrente
ni la mente ignorante, ni la felicidad por ende.

¿Qué es de él, Ay de este pobre hombre?
Con las cadenas al piso de su preciado calvario
con su salario consuelo que plácido imparte
entre sus amos de siempre y toda inútil materia
que crea urgir su miseria con fútiles sueños
de ser pronto dueño de una vida conspicua
indemne a toda luz, libertada de amarres.

¿Qué será de él, Ay de ese pobre anciano?
arrodillándose ante mármol muerto de día
llorándole al techo cada noche que nace
aun sin respuesta a su rutina adorada
sin nombre ni historia, carente de imagen,
al margen de sol, a la luz de su duda
la cordura le grita a lo lejos y a salvo.

Tarde lluviosa.

Mis huellas se amontonan en el barro
solo un momento, luego se borran
huellas que la lluvia me ayuda a olvidar
tachándolas con su lápiz de aguas.

Cae luego el rayo silencioso y destellante
y su trueno tamborileando por detrás
cae la lluvia, como llorándole a su muerte
llora un poco y se refriega los ojos.

Me refugio bajo un sauce gemebundo
pasmado al palidecer en la cara del cielo
como si se le robara el albor de la alcancía
como si cerrara los ojos para no dejarnos ver.

¿Y cómo no llorar si hasta el mismo aire llora?
¿Cómo serle inclemente a este cielo adolorido?
es solo la nostalgia colectiva que me absorbe
jalando hacia mis mejillas la pena condensada.

Pues llora libre el atardecer agonizando
llora el desconsuelo que sin preguntar hice mío
llorándole al unísono a ese cielo cadavérico
tristemente hoy, hoy tristemente.

La Fuga


¡Me arrasa el miedo!, aquel que en cada tiniebla abordame en viles sueños, grima al futuro que mis pasos han obrado, aquel, ¡aquel que elegí tan menguadamente!. Porque en esta noche de luces negras me abandona el tibio sentir de tus tardes de otoño, se me escapan con reproche, caen tan lejos de mi almohada. Para luego el orgullo vanidoso condensar a escondidas sus tristezas, lágrimas que se ofrendan a algún dios excursionista, otro entre tantos que murmura mis culpas mientras callo.
En cada momento que respiro tu nombre con aliento exhausto, y redondeo llorallas contando sin tiempos, en cada momento, añoro sin suerte tus infantiles piruetas, tan perdidas estas, tan ajenas, tan sin más ilusorias e invisibles que se me opaca tanto el alma como la sombra de la sombra de algún corazón muerto.
Y como en los inviernos de fría escarcha, hoy mis manos buscan refugio en vano, hoy no encuentran el calor de tus mejillas de muñeca, hoy mueren en la helada. Invierno eterno el que me he ganado por soltar tus riendas, y aunque volviste por ellas, y aunque sufriste libertades, nunca supe merecerte.
¿Qué fuimos primeramente? ¿Qué somos en estos tiempos?, ¿Cómo saber si es el camino indicado cuando siquiera es el destino preciso?... “solo el tiempo dirá” me responde la chusma con su sabiduría incompleta. Y es el tiempo el que me inquieta, porque lo he de pasar huérfano, y sin tu imagen de faro, y sin tus luces de guía. ¿Cómo soportar la pena de un amor que no ha muerto? ¿Cómo pretender futuro sin un sueño al que aferrarse?.
Quizás me conforte el día que se asoma por las cortinas azules, quizás me entretengan sus esquinas como antes, espero me abracen nuevos saltos y caídas, quiero ocurra, al ayer lo devore el mañana.

Desconozco el sentido real de esta fuga, la que he acunado en mis versos, la que he maniobrado en oportunidades sin causa. Han sido noches sin dorada luna ni esperanza amena, sin un consuelo o mano amiga, han sido días de un pavoroso vacío, de miradas lejanas e irreverencia. Es el morar, sueño mío, en este íntimo infierno sin calor ni demonios, sin mera compañía. Son tantas las heridas sin alivio que yo sé merezco, que no sé aún a cual escribirle esta noche.
El tiempo es una rueda que gira sin colores, que gira tal cualquier de mis pensares, sin senda y sin estribos desperdiciando energías, malgastando el buen saber. ¿Y qué me queda entonces si el pesar es tan inmenso? ¿Debería pretender salvación divina sabiendo de mi vida un gran pecado?. Pues camino en los tumultos con mi muerte en los bolsillos, solo por si acaso.

The Raped.


These eyes saw the shape
when the lights came here
when my soul built the pillars
and my body lived
When this land wasn’t raped...

Desde entonces que no conozco
el camino que tomaron mis versos
ni porque se torno mi alma a carne
hasta ya dejar de construir

Y cuando abandoné la tierra que fue mía
para solo en vano olvidar la forma que había visto,
ya que las luces se fueron tras el ocaso
solo pretendí no lucharle a la muerte.

Because the darkness raped my land
and made me watch the scars
when the blood stained the hands
When my body died and my soul turned to flesh.

Y con la sangre goteando en mi tierra
¿Qué más desear que la oscuridad rindiera tregua?
me dejé llevar por su olvido y soberbia
fue entonces que derrumbe mis viejos pilares.

Pues OH sorpresa... que poder mas infinito
cuando la oscuridad proclamó mi alma a su bandera
¿Quién diría que saborearía el abandonar mi tierra
para pertenecerle solo al crepúsculo?.

I changed my will to live for the darkest suit
and I’m living my dead far in my new land
Creating pillars from old useless hopes
I saw the shape... now I became it.

Las Sombras Fatuas.

Noche en relente son mis sombras benignas
vísceras de hielo que enfundan mi nervio,
convidadas del tórax, embriagadas en celo
copulan asidas de mi espina en pendiente

Cuchillas sin filo de espantoso semblante
belleza entrañable de entrañas habidas
flujos opacos, cauce dulce en mis venas
protegen mis puertas engullendo sus llaves.

Sus miles ojos pueden ver cuando llueve
el espectro dolido de mi alma en desaire
saciando su hambre en corazones prestados
volviendo al rincón enerve en mi mente

Fulgor de vientos invocando soberbia
siniestro accidente de un pasado en concreto
musitan mi ego con futuro en su idea
son fieras furiosas con desdentadas fauces

Dos en mis ojos, hilando entre si paciencias
una en mi voz, trinando con fenecido aliento
más en mi pecho, entoldando un cadáver rancio
cien en mi mente, excusando mi novicio eclipse.

Sombras fatuas de cadenas cortas
ladran al sendero y al pasante que lo cruza
Sombras centinelas de mi pórtico endeble
para que lo que entre no logre salir.

Compensación.

Búscame entre las tumbas de los sueños que ya has enterrado,
entre los recuerdos marchitos
allí estaré de pie aún, pero con el corazón abismado.
Solitario, con mi nimia alma de abrigo y mi rencor de escudo
¡Pero no más!, ¡Nunca más!
mis penas son muy frías para compartirlas
y mis gozos aun más gélidos
Principios quizás, llámalos con las palabras más intrincadas
pero la decisión es una, la cura... la soledad.

Búscame en los callejones de los vicios que ya has olvidado,
y verás que he muerto en ellos
ya no estoy para ti amor, ni para nadie.
Refugiado en el egoísmo, con frío, el alma se me ha escapado
¡Y si miras amor!, ¡si me miras!
la sangre que he derramado en tu mísero nombre
se ha estancado en mi rostro
Precipitación quizás, o tal vez la trepadora demencia me obliga a ceder
porque al perderte, amor, me recupero a mí mismo.

Busca las puertas y olvida las llaves, ya que no querrás entrar
sabiendo que la bienvenida no espera,
de una vez descansa en tu lecho y no pretendas el mío.
Inmune a lamentos, tus llantos enfermizos repugnan al hastío
¡Muere espina!, ¡arde en llamas!
mi voluntad te persigue, y te enreda, y sofoca tus ánimos
ya no pidas piedad, la muerte te sienta bien.

El esperado adiós.


Adiós princesa...

Estos versos serán lo último que sepas de mí,
esto será lo último que sepan de ti mis versos,
porque el tiempo perverso ha incinerado plena
la hierva virtuosa de tu evocable catre hendido
ultimando la fosa de tu desamor que he amado.
Ya soy solo un hombre, mas no pesar erguido.
Descanse en paz tu olvido y tu enagua invisible,
abandoné tu pasado afable, no intimaré tu distancia,
no habrá reverencia a tu tez, tu silencio me ha hablado
con el oído de lado, y a duras penas creí
que tu amor fue un fantasma, de esos que no existen.
El tiempo con piedad inclemente extirpó tus signos
de mi inservible pasado, de mi improcedente ayer,
es sal tu nombre y tu rostro granito allende
se acabó para ti mi tinta; no recuerdo haberte amado.
o si el amar merece recordar, o si el amor se olvida.
no logro hacer memoria

Pero el tiempo bilioso me ha sido honesto...
no es digno de mi altar tu beso,
¡que no me alcanza ni a la sombra!.

Adiós princesa,
admito quisiera legarte una lágrima,
pero ya las gasté aquel día... sabrás disculpar

Árboles secos.


Palabras absurdas e inconcretas que buscan líneas donde apoyarse,
palabras cubiertas de vendas porque le sobran las heridas... son.
Mezclas de autocompasión y soberbia, palabras que afirman desconciertos,
pensamientos ambiguos sobre el dolor cotidiano, empero el dolor no es uno.
Son telas de araña; débiles, sumisas y fácilmente opacadas. Cristalinas en forma.
Le dan la mano a una vida a medias, son los días lluviosos y grises.
Noches sin matices, sin madrugadas, situaciones olvidadas en viejos intentos,
intentos que no se olvidan fácilmente, menesteres del tiempo y mis derrotas.
Muestran todo lo que el gentío no ve, los restos de un alma que agota sus luces,
son la antorcha sin su ardiente llama, árboles secos en un desierto de arena.

Y nada crece en el vasto olvido, más que el hambre y la sed que impera,
nada es visible a los ojos, más que el inagotable llano y el cielo etéreo.
La vida es solo el chiste de la muerte y su humor negro, hilarante y verídica,
innecesaria y sin poderes, que en este mundo de arena pierde el aroma.

Señora Noche.

A brillar rubores, hoy la noche aconseja
a dejar las sabanas y despegar la espalda,
el sueño tendrá que esperar otras horas,
a dormir pudores, hasta el siguiente amanecer.

Admirar la espesa capa de esta señora
como se nota íngrima hasta en sus pliegues
a contar sus juiciosas perlas abotonadas.
Esa de allá y esta, se me hacen iguales.

A rodar hasta algún puerto pacato, a rodar
que esas mismas perlas arcanas te guíen
a volar, aunque sea el mismísimo suelo el éter
a danzar con tu amada, la señora noche, a danzar.

Noche lluviosa.


La ventana está llorando, se salpica en lágrimas su rostro incorpóreo
como diminutas joyas centelleantes que embellecen su gesto invisible.
La luz ya se va, mientras muere el sol enceguecido tras barrotes de nubes
y la noche ya llega tras esa luz mortecina que libera, perdida, el nubarrón
el canto de la lluvia mece mi sueño y mi pereza reposa, aunque no duerme
pues una imagen se ha atorado en mi frente, una silueta danza en mi mente
un suave contorno de curvas y brillos, de sombras y líneas que juegan
revoloteando, acariciando mi ensueño, invocándome con su voz virginal
“Ven, mi amor allende, baila a mi lado... estoy aquí para ti, solo para ti”
y voy tras ella, rendido a su erotismo, hambriento por su descobijada piel,
lujurioso ante sus pechos lozanos y rebosantes, sin reparar en pudores
rozo su cuerpo terso y su enmascarada esencia, beso su rostro y su aroma.
Ella musita jadeante y con ojos callados, librada a mí, osadamente desenlazada
facilitando mi delirio mientras palpa mi rostro, y sus labios piden pecado,
Soy tuya, de aquí al alba, de ahora a siempre, tómame, soy tuya
mis manos no descansan de su labor amado, nada lograría detenerlas,
no respetan los limites ni las sombras, nada escapa, todo cede a su tacto.
Mi moción es la de Adán, ella es cual Eva, pero dios no existe en este Edén
y nadie culpará nuestra manía, somos dioses en nuestro jardín de sabanas.

Su cuerpo ya es convulso y la fricción acaba, somos solo humedad y éxtasis
la lluvia apedrea el tejado violentamente, pero el cuarto es sereno y templado
la luz aún no llega y la noche descansa, somos solo ella y yo... y la lluvia.

Autobiografía poco rigurosa.

Mi ubicación en el tiempo puede no demostrarme, pueden ser solo épocas en un polvoriento libro, solo números, cifras en un almanaque de pared. ¿Son mis orígenes importantes?, pues mi pensamiento no es engendro de esta tierra que me mece. Me han acunado deidades invisibles, arropando en mi mente “transgresores” ideales que forjan hoy mi “fatal” idiosincrasia.
Pero no he de utilizar términos justos ni condensadores, no parlotearé con burocracias inservibles... ¿Qué vale más lector... la vida o el alma del que ante ustedes se postra?.
Soy solo una caja de odios, una caja de amores, una caja de incoherencias y sueños filosos. Soy simpleza y redundantes ahogos, soy, si me permiten, de este lado el que sostiene el lápiz y les habla al oído.
Y desprecio, es cierto, a muchos cosas y a muchos hombres. Caigo en “pecado irreversible” y no demuestro arrepentimiento. Pues no soy santo para practicar la hipocresía, porque poseo maldad en mis entrañas como todos ustedes, porque soy hombre y también poseo bondad, y esa es mi cruz mas grande, el que la razón me ha dado sin consentimiento: ser consciente.
Somos criaturas bipolares que detestan y aman, que crean y destruyen lo que han creado, que devoran mentes ajenas para alimentar la propia, somos bestias pulcras y nobles mugres. Somos seres que amamos ser amados por seres que no amamos, somos solo desperdicios de nuestra propia egolatría.
Y complico, es cierto, cada mísero segundo que recorre mi mente buscando el camino correcto hacia las respuestas certeras. Pues no me hace un sabio el hablar sereno, soy tan ignorante como cualquier alma en mi entorno.
Soy una caja entreabierta llena de sombras, pues las luces ya se han escapado en uno de mis tantos pasados. Y pueden fisgonear de así desearlo, buscar en este lugar tan sórdido que es mi pecho alguna que otra esperanza, que, aunque pocas, existen. Además suelo ser tan solo un hombre, y como tal, no soportaría el vivir sin mentiras.

Bienvenido lector a mis dominios, aquí el desconcierto es corriente de río, y la vida es una escueta planicie.