¡Me arrasa el miedo!, aquel que en cada tiniebla abordame en viles sueños, grima al futuro que mis pasos han obrado, aquel, ¡aquel que elegí tan menguadamente!. Porque en esta noche de luces negras me abandona el tibio sentir de tus tardes de otoño, se me escapan con reproche, caen tan lejos de mi almohada. Para luego el orgullo vanidoso condensar a escondidas sus tristezas, lágrimas que se ofrendan a algún dios excursionista, otro entre tantos que murmura mis culpas mientras callo.
En cada momento que respiro tu nombre con aliento exhausto, y redondeo llorallas contando sin tiempos, en cada momento, añoro sin suerte tus infantiles piruetas, tan perdidas estas, tan ajenas, tan sin más ilusorias e invisibles que se me opaca tanto el alma como la sombra de la sombra de algún corazón muerto.
Y como en los inviernos de fría escarcha, hoy mis manos buscan refugio en vano, hoy no encuentran el calor de tus mejillas de muñeca, hoy mueren en la helada. Invierno eterno el que me he ganado por soltar tus riendas, y aunque volviste por ellas, y aunque sufriste libertades, nunca supe merecerte.
¿Qué fuimos primeramente? ¿Qué somos en estos tiempos?, ¿Cómo saber si es el camino indicado cuando siquiera es el destino preciso?... “solo el tiempo dirá” me responde la chusma con su sabiduría incompleta. Y es el tiempo el que me inquieta, porque lo he de pasar huérfano, y sin tu imagen de faro, y sin tus luces de guía. ¿Cómo soportar la pena de un amor que no ha muerto? ¿Cómo pretender futuro sin un sueño al que aferrarse?.
Quizás me conforte el día que se asoma por las cortinas azules, quizás me entretengan sus esquinas como antes, espero me abracen nuevos saltos y caídas, quiero ocurra, al ayer lo devore el mañana.
Desconozco el sentido real de esta fuga, la que he acunado en mis versos, la que he maniobrado en oportunidades sin causa. Han sido noches sin dorada luna ni esperanza amena, sin un consuelo o mano amiga, han sido días de un pavoroso vacío, de miradas lejanas e irreverencia. Es el morar, sueño mío, en este íntimo infierno sin calor ni demonios, sin mera compañía. Son tantas las heridas sin alivio que yo sé merezco, que no sé aún a cual escribirle esta noche.
El tiempo es una rueda que gira sin colores, que gira tal cualquier de mis pensares, sin senda y sin estribos desperdiciando energías, malgastando el buen saber. ¿Y qué me queda entonces si el pesar es tan inmenso? ¿Debería pretender salvación divina sabiendo de mi vida un gran pecado?. Pues camino en los tumultos con mi muerte en los bolsillos, solo por si acaso.
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