El Desánimo

Este Juego ya no divierte, ya más no entretiene esta evidente travesura, pues sé de sobra, que ese es siempre el conflicto, saber para comprender por el placer de descifrar sin la duda del que adivina ni el goce del que arriesga, sin el error como posible respuesta ni las dos caras que la vacilación ofrece, sin el temor que engendra pender de dos endebles hilos en vez de una sencilla y fornida amarra, una seguridad que ya ni complace, solo se sostiene y se soporta y se acumula y se incrementa y se piensa en algo mas allá de la evidencia como único e ineludible recurso. Convicción que tiende al disgusto y a la avidez por lo anómalo, por lo infrecuente, por lo incongruente, por la salida trasera e ilusoria de toda deducción fáctica e irreversible, por la curva innecesaria aunque ansiada de lo exótico, por el respiro profundo de lo esotérico, por un segundo salvador de innaturalidad e ilógica realidad. Se hace casi inevitable el destiempo del conocimiento, cual si fuera un manjar que, aunque insustancial, atrae al glotón con su dulce aroma, como una droga que ofrece un pequeño escape a la naturalidad, a la existencia carnal y escueta que nos encarcela con cada concepto inalterable que la ciencia contra su propio agrado ha generado. La renuncia a toda fantasía inútil e infantil, la resignación involuntaria a perder lo que la imaginación nos mostraba como cierto; las cosas que hoy sabemos no van más allá de lo material.
Lo presente incomoda y lo pasado sienta mal, lo futuro no se aguarda pues no es algo que aun exista, aunque la paciencia de tiempo y acción oscila y se estanca por siempre en una cíclica corriente.
El tiempo con su compleja simplicidad es un aliado traicionero, que nada hace mas que observar nuestra impotencia, vamos de su mano a veces sin seguirle el paso por decisión o por incapacidad, tropezando mientras nos arrastra más allá sin dejarnos incorporarnos al camino. Una relación vacía e incomunicada, confinada a la eternidad, a una perpetuidad ficticia que solo dura lo que una vida toma en sembrarse, prosperar y perecer.

El desanimo que me embarga es pasajero, lo sé, consecuencia del desgaste físico, de la lasitud a la que me he prestado durante tantas veladas de insomnio, y así como ha venido esta noche, seguro mañana desaparecerá con la misma sutileza, abogando por una nueva oportunidad ya dentro de mi inexistente espíritu, de mi hipotética alma. Pero hoy a tenido su provisional trono, solo por esta noche, solo por estas frases, nada más, en las que pudo derribar cada pilar ideológico que sostenía mi mente, pero claro, es tan solo una ilusión, mañana observaré con regodeo y presunción como ningún detrimento se ha logrado, como cada bloque se encuentra en su pertinente sitio, sosteniéndome, como desde hace tanto tiempo, y como continuarán haciéndolo muy seguramente en cada futuro que me espera.